La Belleza
La paradoja de la muerte es que quien sufre todas sus consecuencias es el que queda vivo. Frente a su atrocidad, la muerte puede ser bella en el rito funerario. El dolor está allí intacto sublimado en su camino a la ceniza. Decir su ausencia es lo que queda de inmortalidad al que ha partido. Todo el poemario La belleza constituye un rito funerario a través del poema que no se oculta como grito y que por momentos aúlla a sus anchas. Pese a todo lo que pueda ofrecer la filosofía como consuelo, la muerte tiene una solidez de roca y de llama, de rayo y de centella, una realidad que arrastra y subyuga todas las otras a un abismo abierto convertido en un central vacío. Estos poemas, que parecen momentos esparcidos, sin títulos ni apartes, constituyen un solo hilo lírico, dramático y elegíaco, y un mismo dolor puesto al desnudo. La belleza es un solo poema que emerge como destellos de luz de un profundo claroscuro, oscilante entre la visión y el ocultamiento, el silencio y la palabra que solo admite el grito, la violencia de sentirlo y la aquiescencia de convertir el dolor en poema. El lenguaje de Amanda Durán tiene el vigor y la solidez de la furia que él enuncia, y con ellos arranca al silencio unas páginas blancas que su poesía transforma en ofrenda, memoria y monumento.