Desierto
Declive de la Cultura Occidental
Por una parte, se trata de un sobrevuelo bífido, avistando los horizontes desérticos: travesías hialinas sobre las formas globalistas de la actual cultura occidental que habían sido aprobadas con conceptos de modernidad, desarrollo, secularidad, ilustración y progreso; recorridos donde se detectan no sólo una expansión geográfica y cultural por medio de las conquistas imperiales en los territorios del Otro, abarcando más allá de sus límites y sus ensanchamientos, pero sus avances posibilitaron el olvido y el extravío de los preceptos de sus motivaciones “iluminadas y razonables”, de libertad, democracia, principios devenidos cínicos, cuyas preferencias muestran la inautenticidad entre el decir y el hacer justificados con la tolerancia, el fingimiento, la apariencia, determinando al ser, ofuscados por la codicia exasperada que traspasa la malignidad en detrimento de su ascenso, acercándose más a lo abismal, el declive, la decadencia. Las Luces, sus reglas y claror se apagan al dominar el relieve del individualismo por encima de la razón para ganar terreno la simulación, lo masivo, el gusto por lo anodino, la afectación y la estimación de la falsedad, del como si, el reconocimiento infundado, despreciando el examen de la autoconciencia, el “atreverse a pensar” admirado por Horacio y Kant, rehusando el espíritu a conocerse a sí mismo y a su entorno, para ahora dirigirse hacia el aborregamiento publicitario que le hace creer en la autonomía de sus supuestos arrojos y decisiones individuales.
La exploración por los parajes desérticos de la cultura Occidental se topa con la vorágine de la homogenización globalista y su voluntad de un poderío supranacional de tendencia “totalitaria”, (no internacionalista como la ejemplifica los estados-naciones), una sociedad mundial regida por la economía y no por la política de Estado que para lograrlo argumenta constreñimientos de correcciones políticas, multiculturalidad insincera, cuidados de sí, lenguaje inclusivo, transhumanismo, ideología de género, dinámica de migraciones, merma en las tasas de natalidad, pandemias, progresismo, wokismo y posturas ecologistas.
Paralelamente a dichos sucesos, por otra parte, nuestro sobrevuelo bífido planea sobre tales formas ostensibles (μορφή) e ideadas (εῐδοϛ) y son receptadas por el neoexpresionismo del pintor y grabador venezolano Félix Royett quien nos confiere para la dilucidación de nuestro análisis, la traducción y captación de la decadencia occidental, la desertación del hombre, su disolución ética a través de un arte isomórfico del vacío, la abismaticidad de la existencia eclipsada, el destierro de la esperanza, la fuga del afecto y la malignidad del mal. Isomorfismo no mimético que empalma en sus texturas los flujos de sensaciones hápticas de la escamosis y erosión de la piel humana, la conexión insospechada a esos campos ensombrecidos, su luz tenue consternada y tal vez su caída en lo negro, lo bruno. El arte de Félix Royett si lo miramos dentro de la atmósfera y su actual producción, en los tiempos de pandemia, post-pandemia y amenazas de plutocracias accionadas por el globalismo, transfiere en sus obras a partir del año 2020 hasta el presente la fuerza del artista existencialista, su insistencia, sus temores, su angustia inmanente arrojada hacia el afuera, hacia la existencia encarnada en sus sublimes figuras circundadas por la muerte y el desasosiego ante la posible extinción causada por la decadencia de la cultura occidental.