Reseña

En la década de los ochenta del siglo pasado, en Venezuela surgió un fuerte movimiento de revalorización de las así llamadas literaturas regionales. Fue una forma de darle entidad a la producción literaria de los estados y de salirle al paso a lo que se percibía como un acendrado centralismo capitalino.
Los simposios de literatura, que se llevaron a cabo en muchas regiones del país, sirvieron entonces para redescubrir la producción literaria de un número importante de escritores cuya obra había quedado oculta por el tiempo y, en general, debido a precarias ediciones con poca o ninguna circulación. Otro hecho que atentaba contra la difusión y el conocimiento de ese acervo literario era el difícil acceso a los recursos editoriales del País, concentrados, mayormente, en la capital de la República.
Hasta ese momento, la academia había prestado escasísima atención a las literaturas regionales. Desde allí se miraba con aires de suficiencia todo lo que no estuviese formalmente inscrito en los pensa de estudio o en el apenas entrevisto canon de la literatura nacional.
Otro fuerte impulso encaminado al rescate de la regional provino de un grupo de historiadores quienes, al introducir el concepto de región histórica, hicieron posible un nuevo abordaje analítico de todos los aspectos de la vida regional, entre ellos la cultura y, por supuesto, la literatura.
Pensar, sin embargo, que el interés tanto en la historia como en la literatura regional partía entonces de cero sería un craso error. En el caso específico de la literatura zuliana, quienes por años nos hemos ocupado de la materia recordaremos siempre, a la hora de reconocer méritos por la recopilación, conservación y valoración de la memoria cultural del Estado Zulia, los nombres de dos adelantados: Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Semprún Parra.
Hace ya más de una década, ambos investigadores publicaron el monumental Diccionario general del Zulia, una obra de referencia imprescindible para adentrarse en el desarrollo del movimiento intelectual del Estado, desde sus primeras expresiones hasta los eventos, creaciones y publicaciones más recientes.
Luis Guillermo Hernández ya no se encuentra entre nosotros, pero su legado persiste a través de su obra y mediante la incansable labor de registro de la memoria regional desplegada por Jesús Ángel Semprún Parra.
Este Diccionario general de la literatura en el Zulia, que Semprún publica hoy, revisa meticulosamente el acontecer literario del Estado y, al proyectar una gran panorámica sobre esa actividad estética, se enfoca metodológicamente no solo en autores que nutrieron y nutren el corpus literario regional, sino que aborda grupos, movimientos y escuelas ligados al acontecer literario, con lo cual nos permite una visión de globalidad que hasta este momento era casi imposible de alcanzar.
Pocas cosas son tan útiles como las obras de referencia. Tanto para el investigador que necesita información rápida y a la mano para orientarse sobre un tema en particular, como para el simple curioso que busca aclarar alguna duda, los diccionarios y las enciclopedias, impresos o digitales, siguen siendo insustituibles. Y si es verdad que la internet facilita hoy el acceso a un cúmulo inacabable de información, para nada incide en la utilidad de una obra como el Diccionario general de la literatura en el Zulia, enfocada en una materia tan específica de esta región, ni en su capacidad de desplegar ante el usuario, a vuelta de página, una visión in extenso de nuestra producción literaria a lo largo de siglos.
Tarde o temprano, el Diccionario general del Zulia y el Diccionario general de la literatura en el Zulia, encontrarán su camino al ciberespacio, donde puedan ser consultados en cualquier momento y desde cualquier parte del mundo como esenciales obras de consulta que son.
Entre tanto, este diccionario viene a llenar todos los vacíos que en cuanto a información y referencias padecíamos hasta este momento. Esta obra será punto de partida y base de apoyo para el desarrollo de ulteriores investigaciones que terminarán de delinear el proceso evolutivo de nuestra creación literaria y su relación o independencia con la literatura producida en otras regiones del país.
El trabajo como el aquí desplegado por Jesús Ángel Semprún Parra requiere de una dedicación en el tiempo y una meticulosidad en el registro para las cuales pocas personas están facultadas. Si se piensa, además, que los diccionarios están condenados a ser siempre un proyecto inconcluso, necesitados de una actualización constante, se comprenderá mejor, la trascendencia de esta obra a la cual su autor ha dedicado la mayor parte de su vida.
Si se le quisiese hacer justicia y reconocer la importancia que reviste, un ejemplar de esta obra debería reposar, al menos, en cada institución pública del Estado, en cada centro cultural y en cada escuela.

Cósimo Mandrillo