El silencio del árbol
Mas sin embargo, de ese trocito de su vida como una semilla
esencial y solitaria -conocedora del desenlace de ser-, ha surgido
un árbol de ardiente silencio. Por amor a ella, debiéramos
entonces sentarnos y oír también el silencio del árbol, hacer
nuestras sus sombras, su gemido blanco, y temblar con él en
medio del aire que todo lo hiere…asistir a esa convocatoria del
sí mismo y del mundo, árbol que estando –existiendo- nos
otorga su verde hasta asir en el vacío el peñasco crítico del
arrecife. Árbol de luz, árbol puro de la verdad, que por ser el
árbol puro de la verdad, no puede ser a su vez otro, que el árbol
de la belleza: Lo duradero surgiendo desde el fondo de la
hendidura, para que el hombre lo vea.