Epítome al breviario de una noche.
El germen de este artefacto, subyace en el experimentalismo. La propuesta en escena, opta por el istmo del poemario ecléctico y la filosofía caleidoscópica. Sin ser habitual, lo estrictamente literario. La génesis del tejido escritural, es pertinente al margen, cómo tal o en cuánto a lo qué es literatura. Lo estrictamente literario, como modelo estructural, se afinca en amargos límites, que procuran la contención de un género en especifico, al recurrir a un artefacto artístico. Las pretensiones, en este caso, no son esas, el autor no procura acoplarse a cuyas características cualitativas acaparan nombrar un sesgo, por cuanto estilo, norma, criterio, convención y tendencia, ante lo circunscrito de un modelo concreto literario. La intención en especifico, es acoplar la ruptura, con lo que va más allá de lo híbrido, la transgresión de fronteras entre, formas, géneros o tradiciones.
Se trata de un texto, que no se centra en consolidar aproximaciones absolutas, con aseveraciones plasmadas al azar o intencionales, bajo un marco metodológico, que designe un género concreto. Al contrario, lo multidisciplinario despliega un abanico de géneros, formas y estilos, desde lo poético, hasta lo ensayístico. Tanto lo implicado del verso y sus múltiples abordajes, hasta lo autobiográfico y retórico, sin ser epistolar. Dicho esto, al autor le es fundamental, no criminalizar la literatura, ante un formato predeterminado, construido aisladamente de lo pertinente a la literatura y su concepto, si recae en disonancias cognitivas propuestas por plurales acepciones teóricas. (Reconoce de este modo, que la literaria avanza, más allá de la crítica literaria).
Es oportuno esclarecer las voces. En este sentido, nos hablara directamente un personaje hipotético (Yo Poético), con intención autoreferencial directa al autor, pero salvaguardando lo anónimo. Lo esencial no es la etiqueta de quien erige el precepto de emisor, recordando que la poesía es una, sin registro civil que apele a la falacia de identificación, por uso del pronombre posesivo. Se presentará el caso, donde las voces se convertirán en el interlocutor ficcional, -Yo Lirico-, pero el narrador omnisciente, nos recordara la existencia del observador directo, que nos hace partícipes de la experiencia poética y filosófica. La etopeya es un elemento regular en el transcurso del fondo al artefacto y la prosografía detonara en su justa medida los acápites que seccionan las piezas. La intertextualidad nos evoca la multiplicidad convergente de voces, que influyen directamente en la conjugación de un sello propio. Con esto, el autor precisa un acto descriptivo de la minuciosa disección de la epifanía. Si bien, nos puede arremeter bruscamente el lecho de la revelación, la misma puede digerirse a pulso quirúrgico diseccionando sus distintos estadios.