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ISBN 978-980-18-7364-8

Poesía completa

Autor:0
Colaboradores:
Luis Perozo Cervantes (Prologuista)
Luis Perozo Cervantes (Compilador)
Luis Perozo Cervantes (Coordinador Editorial)
Luis Perozo Cervantes (Diseñador)
Editorial:Luis Ramón Perozo Cervantes, (Sultana del Lago Editores)
Materia:Poesía venezolana
Clasificación:Poesía de poetas individuales
Público objetivo:General
Publicado:2025-10-19
Número de edición:1
Número de páginas:204
Tamaño:14x21cm.
Precio:Bs4.500
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Hay poetas que respiran dentro del poema, encendiendo su vida con la luz del verso. Hay poetas que avanzan sin alarde, construyendo una biografía que arde desde adentro. César David Rincón pertenece a esa estirpe que transforma la experiencia en iluminación, que convierte la existencia en una lámpara que no deja de brillar. Desde Columpio de la noche en 1974 hasta Azar inconstante en 1991, fue tejiendo un camino donde cada libro se alza como un templo de claridad, un gesto de transparencia que se expande respirando.
Rincón fue viviendo su poesía como quien cultiva un jardín secreto, sembrando palabras en la sombra y recogiendo frutos de luz. Cada texto va apareciendo con el ritmo de las estaciones, acompañando los cambios de su interior. Cada poema se abre en su tiempo exacto, siguiendo el pulso de la madurez. Su oficio avanza con serenidad, escuchando el lenguaje como quien escucha un río: no imponiendo, sino recibiendo.
El lector que recorre sus libros va percibiendo ese movimiento silencioso, ese itinerario de claridad que se afirma paso a paso. Rincón fue construyendo una poética del resplandor íntimo, del fuego que se sostiene sin estrépito, del verbo que encuentra su fe en la respiración.
Columpio de la noche aparece como un amanecer. El joven poeta está abriendo los ojos hacia el mundo y está reconociendo su pertenencia al misterio. Cada poema respira con la fuerza de una revelación. Desde “El inmortal vuelve limpio de memoria”, la voz va desplegando una mitología personal, creando un sistema de símbolos que lo acompañará para siempre: la lámpara, el espejo, la sal, el cuerpo como templo, la muerte como tránsito.
El libro se mueve entre el asombro y la contemplación, encendiendo imágenes que nacen del descubrimiento. En su tono se percibe una plenitud que se expande mientras se desvanece, una celebración que se prolonga en el aire. La palabra avanza como una plegaria que respira. Hay un lirismo amplio, un deseo de abarcar el todo. El poeta se mueve entre el fervor y la comprensión, asumiendo el acto de mirar como una forma de conocimiento.
La lámpara que aquí se enciende ilumina la primera edad de su voz. El fuego de la juventud se traduce en un canto que abraza la totalidad. En cada verso la materia se vuelve transparente. En cada imagen, el espíritu se reconoce en lo tangible.
Con El viento sólo vino a viajar, Rincón va entrando en otra respiración. La voz adquiere madurez, el tono se hace más profundo. Si antes celebraba el descubrimiento, ahora acompaña el movimiento. El viento se transforma en símbolo del viaje interior, en signo de libertad y desprendimiento. El poeta va entendiendo que la permanencia del alma está en el movimiento constante, y el poema, respirando, adopta esa lección.
Los versos se afinan, adquiriendo un ritmo más sereno. La emoción se vuelve contemplación. La palabra empieza a caminar hacia lo esencial, abriendo un espacio de silencio entre las imágenes. En este libro la voz ya no busca desbordarse; va encontrando equilibrio. Cada poema avanza reconociendo la impermanencia como belleza.
El paisaje se presenta como un espejo del alma. El mar, la piedra, el aire se integran en un mismo gesto de conciencia. El poeta se va reconociendo en la materia que cambia, encontrando en la fugacidad una forma de eternidad. El viento sólo vino a viajar representa ese instante de madurez donde la poesía respira con la serenidad de lo que ha aprendido a fluir.
En Utensilios del anhelo, publicado también en 1982 y dedicado a Jesús Soto, la voz alcanza una pureza de forma que se convierte en una estética. El diálogo con la obra de Soto abre un camino hacia la precisión y el equilibrio. El poeta se adentra en la geometría de la luz, encontrando en ella una mística. El anhelo se convierte en estructura, y la emoción se eleva sostenida por la exactitud.
Los poemas se presentan como dibujos que respiran, como líneas de aire ordenando la transparencia. En este libro, cada palabra se pronuncia escuchando su resonancia en el vacío. Hay una delicadeza constructiva, una espiritualidad que se expresa a través de la forma. “Familias de espejos”, “vacío resurgente”, “formas de agua que respiran en el aire”: las imágenes van construyendo una arquitectura de claridad.
El fuego de los inicios permanece encendido, pero ya transformado en llama serena. El fervor de la juventud se sostiene en la disciplina de la madurez. Rincón va encontrando el punto exacto donde el deseo y la estructura se reconocen como una sola fuerza creadora. Utensilios del anhelo respira esa armonía entre emoción y medida, abriendo la posibilidad de una espiritualidad artística.
Los años siguientes se cubren de un silencio fecundo, de un retiro que va gestando profundidad. En 1986 surgen dos libros que condensan la sabiduría de su camino: El poema sin nadie y Algo más que la muerte. En el primero, el poeta borra su nombre, entregando la voz al lenguaje. El poema se convierte en un ser que habla por sí mismo, respirando sin dueño. Es una experiencia de desprendimiento absoluto. La palabra se emancipa del autor, adquiriendo vida propia.
En Algo más que la muerte, la conciencia se vuelve luminosa. La mirada se posa sobre el límite con serenidad. La muerte deja de ser sombra y comienza a ser tránsito. La voz asume la desaparición como una forma de continuidad. En cada verso se siente una claridad que comprende y abraza. El poema se vuelve rito de aceptación, respirando con la certeza de que toda forma de fin es un modo de regreso.
Azar inconstante, publicado en 1991, llega como constelación. El poeta recoge su obra, la reordena, la vuelve a mirar y la deja respirando bajo una nueva luz. Los poemas antiguos encuentran diálogo con los nuevos. El tiempo se curva. La juventud se revela como presagio; la madurez, como permanencia. Azar inconstante afirma la coherencia de su búsqueda: aceptar el fluir del universo y hallar en él la verdad del lenguaje.
El azar deja de ser desorden, convirtiéndose en principio de armonía. La voz respira dentro de esa aceptación, avanzando con la libertad del aire. Su poesía se sostiene en la fidelidad a su propio ritmo interior. Cada libro forma parte de una única lámpara, encendida en distintas intensidades.
César David Rincón se mantiene como una de las presencias esenciales de la poesía venezolana. Su fuerza reside en la constancia interior, en la dedicación silenciosa, en la fe estética. Su palabra fue creciendo con él, acompañando su tránsito vital, respirando sus etapas de asombro, claridad y sabiduría.
Su espiritualidad nace de la materia. En su universo, la trascendencia se alcanza habitando el mundo. La lámpara, la sal, la piedra y el cuerpo son las formas visibles de lo invisible. Cada elemento del mundo se convierte en signo del alma. Su poética afirma que lo divino vibra dentro de lo humano, que el espíritu se enciende al tocar la realidad.
Rincón comparte con los místicos la intuición de la unidad, pero su fe es laica, su credo es el lenguaje. Cree en la palabra como conocimiento, en el poema como lugar de revelación. Su voz respira sin dogma, afirmando la poesía como acto de comunión entre materia y conciencia.
Leer su obra hoy es seguir respirando con él. Cada libro prolonga una misma luz, cada símbolo retorna purificado. La lámpara encendida en Columpio de la noche continúa ardiendo en Azar inconstante. El viento de su segundo libro sigue moviéndose entre los versos. La poesía de Rincón forma un círculo de claridad: encendiendo, viajando, depurando, comprendiendo.
Su escritura abre caminos interiores. No busca convencer, busca acompañar. No enseña, invita a respirar. En tiempos de ruido, su palabra ilumina. En la dispersión contemporánea, su coherencia se levanta como una llama que no vacila.
En la imagen final de su vida poética queda una lámpara encendida sobre una mesa, dejando que el viento pase y siga viajando. El poeta respira en esa llama que no se apaga, sosteniendo su fe en el poder revelador del lenguaje.
César David Rincón permanece encendiendo su claridad, habitando el aire, respirando en nosotros: lámpara del verbo, viajero del viento, tejedor del instante.
19 de octubre de 2025

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