Instinto Memoria Reflexión
“Veo el tiempo
Que pasa invencible”
Desde el Ser instintivo que llevamos dentro, ella se apresura a la brevedad con la que llegamos a esta insistente carne en ciernes que finge eternidad en una misteriosa orden de finitud: nacer, crecer, reproducirse y morir. Margredel canta sin prejuicios y sin miedos sus instintos atávicos desde lo primigenio, de cuando conformaba otras estructuras vivientes “tal vez he sido un escarabajo que se escondió debajo de una hoja. Viví hace millones de años con mi coraza impenetrable”.
Medita en el milagro de la memoria, esa cualidad preciada que escasea, que huye y se pierde inexorable e inexplicablemente de tantos cerebros. Es su amplia y preciada virtud. Las remembranzas antiguas y recientes se expanden como Pléyades y orgullosamente puede decir: “Historia grabada en plata pura que se quedó en mi cabello en el que cada hebra es testigo de una escena”
Y en sus contemplativos silencios aparecen páginas blancas que la poseen en filigranas de alegrías, duelos, iras y miedos que le calan el alma; entonces un espejo de obsidiana la refleja, se pierde en el tiempo y no sabe si es mejor recordar el pasado o el futuro o tal vez extraviarse en una cima donde sus ojos inunden de tanto llanto los valles, para decir por fin “¡naufragué feliz en tu tormenta!
He aquí un Ser Humano sin ataduras, sin fronteras, surcando vórtices siderales más allá de las cercanías o las lejanías donde confluyen armoniosamente Instinto, Memoria y Reflexión.